Mark Twain dijo, "La historia no se repite, pero rima".
Durante cinco días de esta semana, Austria encerró a sus habitantes no vacunados. A casi dos millones solo se les permitió salir a trabajar y comprar comida y demás.
Muchos de los no vacunados trabajaban en tiendas, cafés, y restaurantes—como humildes sirvientes, por así decirlo—pero, tan pronto como terminaban sus turnos, no podían permanecer en el mismo lugar, ciertamente no como clientes.
Incluso antes de llegar a la moralidad, o no, de tales reglas; ¿En qué planeta tiene sentido esa estrategia? Eran aptos para servir a los vacunados sus cafés y para embolsar sus compras, pero por lo demás se los consideraba impuros y no aptos para mezclarse con la gente buena y limpia.
Los Austríacos entrevistados en la calle se mostraban terriblemente despreocupados, inmutables, incluso apoyando el control social de sus conciudadanos. "Hay que detener el virus", decían encogiendo de hombros, ignorando o sin darse cuenta que ninguna vacuna disponible previene por completo contraer o propagar Covid.
Me pareció claro que la medida no tenía que ver con la salud, sino con conformidad y obediencia—o más bien, otro intento más por abordar y someter la obstinada negativa de cumplir y obedecer.
Haz lo que te digan. Ahora las autoridades han vuelto a encerrar a toda la población. Presumiblemente, alguna chispa brillante en alguna parte tuvo la idea de que estigmatizar y segregar a los no vacunados podría tener un efecto deseado—pero ciertamente no detendría la propagación.
Ciertamente no en Viena, donde un burdel ofrece a los clientes "30 minutos con la dama de su elección", y estoy citando, a cambio de recibir el pinchazo.
Aquí tenemos a las mujeres con un par de kebabs, hamburguesas, helados, boletos de lotería y el resto de los obsequios que se ofrecen como incentivos para el cumplimiento.
No se trata de salud—ciertamente no de la salud física y mental de esas mujeres. La trata de mujeres para el trabajo sexual es una característica de la esclavitud moderna en todo el mundo, pero tal vez eso no nos importe.
En cambio, hacemos la vista gorda mientras los hombres hacen cola para someterse a un procedimiento médico y luego se sirven una mujer.
Insatisfechos, los funcionarios electos de Austria sintieron que tenían que flexionar los músculos un poco más y anunciaron que, en Febrero, será obligatorio vacunarse. Sin pinchazo, no hay alternativa.
Otros países—Alemania, República Checa, Grecia, Italia—están en el mismo camino que Austria, para encerrar a los no vacunados. Quizás esos gobiernos también opten por hacer que la vacunación sea obligatoria más temprano que tarde.
Es espantosamente claro que las autoridades en Austria y en otros lugares están buscando chivos expiatorios, gente a quien culpar de un virus que tampoco acatará ni obedecerá.
Las tasas de infección en muchos de los países donde la mayor parte de la población está completamente vacunada—con dos y tres dosis—están aumentando rápidamente.
Gibraltar es una de las regiones más vacunadas del planeta—al igual que Israel—y sin embargo, las infecciones continúan aumentando en ambos lugares.
En lugar de considerar la posibilidad de que la estrategia de meses no es la correcta—o al menos admitir que no está teniendo el efecto previsto—es más fácil avanzar ciegamente y señalar con el dedo culpando a otros.
La historia muestra que los malos gobiernos a menudo buscan a quienes culpar, a menudo culpan a su propio pueblo. Uniendo a una gran parte de la población en contra de otro grupo más pequeño, proporcionando a las personas asustadas y enojadas un foco para sus frustraciones y también para su disgusto—es tan antiguo como las colinas.
Si el siglo XX tiene algo que enseñarnos, debe ser tan permanente, tan indeleble como cualquier cicatriz o tatuaje, es que, alentar a los ciudadanos a considerar a una minoría de sus semejantes como inmundos, como vectores de enfermedades, en general termina mal, mal para todos.
En Polonia, en 1941, hubo una campaña de propaganda que difundió el mensaje de que los judíos propagaban la tifoidea, una enfermedad letal. Culpar a una minoría identificable por la propagación de enfermedades es un fantasma que deberíamos haber enterrado hace mucho tiempo.
Pero aquí está, de vuelta. Resulta que nunca desapareció en absoluto. La historia no se repite, pero rima. La cadencia está cambiando en toda Europa hoy, volviendo de muchas formas a ritmos de una vieja melodía. ¿Puedes oír los tambores y las carretas?
Lo que más me preocupa es que nuestros líderes no han condenado la decisión de Austria. Ni siquiera una palabra de precaución. ¿Dónde están los líderes religiosos? No es necesario mirar más atrás en la historia que el siglo XX, cuando la iglesia les dio la espalda a los marginados.
Ahora la Catedral de Durham ha declarado que algunos servicios de Navidad serán solo para aquellos que tengan pasaporte de vacuna del NHS. No estoy seguro de cómo encaja eso con Mateo 25:35, "Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, era un extraño y me recibiste, estaba desnudo y me vestiste, estaba enfermo y me visitaste".
¿Cómo diablos hemos llegado hasta aquí y tan rápido?
Austria, una democracia moderna supuestamente liberal, ha decidido asumir pleno derecho sobre la carne y la sangre de sus ciudadanos. Un gobierno de la Europa del siglo XXI ha decidido que tiene la última palabra sobre qué sustancias químicas entran en los cuerpos de sus ciudadanos.
No hay forma de negar, que es el Cruce de Rubicón. Una vez que las personas tienen que conceder el control de sus cuerpos al estado, esas personas se encuentran en un mundo diferente, un mundo en el que no son seres autónomos, sino marionetas con hilos. Y es probable que sea un mundo del que no hay vuelta atrás.
Algunos dirán: "Bueno, pueden irse del país si no les gusta; váyase a vivir a otro lado". Pero, ¿a dónde ir en el mundo? En el siglo XX todavía habían lugares a donde ir en el mundo para escapar de situaciones y regímenes que se habían vuelto inhabitables y una amenaza para la vida.
Pero, ¿y si todo el mundo cambia de la misma manera? ¿Y si todo el mundo se convierte en Austria?
Quiero escuchar a nuestro gobierno condenar la decisión tomada por sus homólogos en Austria. Por lo menos, quiero que nuestro gobierno prometa, jurando por todo lo que es sagrado para él, que nunca se aprobarán tales leyes aquí en Gran Bretaña.
Si no condenan ni hacen un juramento inquebrantable, entonces la única conclusión que se puede sacar es que están observando, para ver cómo va en Austria y en otros lugares, tal vez con miras a hacer lo mismo.
En los últimos 20 meses, ha crecido una inconfundible nota de desprecio en las palabras de algunos políticos.
La semana pasada, el Secretaria de Salud, Sajid Javid, recibió una pregunta de alguien en Twitter, alguien preocupado porque después de haber recibido dos dosis de la vacuna Pfizer, ahora se le estaba ofreciendo la variante de Moderna como refuerzo. La respuesta de Javid en su totalidad fue: ¿Y qué? ¿Qué tal si muestra algo de respeto por el NHS? ¿Y qué? ¿Qué tal si muestras algo de respeto? (insecto).
¿Por qué este nivel de desprecio dirigido a alguien que ya toma el medicamento según las instrucciones? Todo esto de la Secretaria de Salud, una servidora del pueblo, cuando miré por última vez. "¿Qué tal si no haces ninguna pregunta y simplemente haces lo que te dicen?" De un político elegido para servir al pueblo, a expensas nuestras, se pasó de la línea hacia un lugar al que los representantes electos nunca deberían ir.
La historia rima. Lamentamos la esclavitud de nuestro pasado mientras hacemos la vista gorda ante las mujeres y los niños traficados con fines sexuales, los niños en minas peligrosas y mortales en el Congo, recolectando el cobalto para nuestros teléfonos y autos eléctricos, fabricando la ropa barata que usamos una vez y la tiramos.
Hacemos la vista gorda y oídos sordos a un número incontable de niñas violadas y abusadas en Rotterdam y otras ciudades de Inglaterra, por temor a alterar las relaciones comunitarias. Prometemos no olvidar nunca el Holocausto y, al mismo tiempo, hacemos la vista gorda ante el abuso, quizás el abuso genocida, de los Musulmanes Uyghur en China.
Se nos anima a hacer la vista gorda ante el encierro de los no vacunados de Austria.
¿Haremos la vista gorda y oídos sordos a los procedimientos médicos obligatorios para sus ciudadanos?
¿Permaneceremos en silencio mientras una marea oscura se acerca cada vez más a nuestras propias costas, un país a la vez?
Quien permanece en silencio otorga su consentimiento—dice el antiguo dicho. ¿Permaneceremos en silencio o hablaremos en voz alta, clara y con sinceridad?
Martin Luther King dijo: "Tenemos la obligación moral de desobedecer las leyes injustas"."
¿Hablaremos para negar nuestro consentimiento? ¿Desobedeceremos leyes injustas?
Y si no lo hacemos—entonces ¿quiénes somos?